Cada época tiene su tonalidad, y la actual está marcada por el desencanto. Heredero de un gran montaje técnico y cultural, el hombre contemporáneo huye de su responsabilidad y busca sucedáneos de realidad.
Con sucedáneo me refiero a aquello que usamos en lugar del original. Si vas a una farmacia y no encuentras la pastilla recetada, compras otra similar, pero el doctor te dice: «No es igual». La original da lo que promete, mientras que su reemplazo promete mucho -lo mismo que la original-, pero de poco y genera efectos secundarios.
De esta manera nos encontramos en un mundo con cientos de pacientes mal atendidos: buscan conocimiento y se les da información, buscan amor y se les da sexo, buscan sentido y se les da sensaciones, buscan descanso y se les da formas de matar el tiempo.
Es cierto que de vez en cuando nos damos cuenta y nos decimos «esta no es la realidad», pero ¡Que fácil es ser afectado! Llegamos a tener una distorsión de lo real, y aquello que en principio parecía no afectarnos pasamos a consumirlo en grandes cantidades.
Nos creemos, entonces, de vez en cuando, que es lo mejor. Pero esta realidad es tan inestable que tarde o temprano se desploma. Construida al corto plazo, sobre la pura sensación; comienza por encantarnos, hasta finalmente engañarnos y llevarnos a una vida completamente desencantada.
Cada vez es más recurrente ver personas hartas de estos sucedáneos de realidad, pero su constante exposición a ellos, como medios de distracción, de ocio y descanso, los llevan a recaer en el mismo engaño.
Hace falta encontrar nuevos caminos que nos lleven al contacto de lo real, a consumir dosis de aquellas cosas buenas, y a veces difíciles, que solo se encuentran en el verdadero mundo real.
Solo con el consumo de dosis de verdadera realidad conseguiremos ver su principal efecto: ordenar nuestro mundo personal y situarnos en la realidad de modo responsable.
Gabriel Capriles
Twitter: @gabcapriles