El camino al laberinto

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El camino al laberinto

El desprestigio del “saber narrativo”, y la desconfianza en la capacidad del hombre por alcanzar la verdad, se irá gestando dentro de la misma historia de la filosofía (17).


Para Santo Tomás, señala Sanguinetti, la verdad será “cierta adecuación entre el intelecto y las cosas”, reconociendo así una realidad independiente, con una verdad ontológica: las cosas son; y una verdad epistemológica: la realidad en cuanto conocida(18). El tomismo confía claramente en la capacidad del hombre de conocer la realidad. Sin embargo, el puente del conocimiento que tiende conduce a un objetivismo. Por esta vía el intelecto no conoce lo singular, sólo lo universal, y se hace difícil captar la subjetividad (Burgos, 2018, p. 17).


La verdad como adecuación, alcanzada por conceptos creados por la abstracción, conducirá hacia la dura crítica de Descartes que desea reivindicar la subjetividad humana en el proceso de conocimiento. La crítica cartesiana enfrenta a una tradición que se sostiene en bases sólidas, pero estrechas. Dirá Wojtyla:

«La concepción de la persona que encontramos en santo Tomás es objetivista. Casi da la impresión de que en ella no hay lugar para el análisis de la conciencia y de la autoconciencia como síntomas verdaderamente específicos de la persona-sujeto. Para santo Tomás, la persona es obviamente un sujeto, un sujeto particularísimo de la existencia y de la acción, ya que posee subsistencia en la naturaleza racional y es capaz de conciencia y de autoconciencia. En cambio, parece que no hay lugar en su visión objetivista de la realidad para el análisis de la conciencia y de la autoconciencia, de las que, sobre todo, se ocupan la filosofía y la psicología modernas»

(Wojtyla en Burgos, 2018, p. 17).


Con su “pienso, luego existo” Descartes llegará a hacer un giro copernicano, en que ya el hombre no se mueve en torno a su realidad, sino la realidad en torno suyo; a su vez, inicia un modelo crítico sobre el modo de conocer humano que, dice Burgos “ha continuado imparable, sin control alguno, disolviendo buena parte de las antiguas certezas, y sin generar alternativas” (Burgos, 2021, p.3); y el conocimiento pasa a convertirse en pensamiento pensado (racionalismo), lo que conduce a una crisis filosófica que desemboca en el empirismo (Burgos, 2021, p.3).


Hume retorna a la experiencia, pero no como después sucederá con el primer Husserl, que pretendía “una vuelta a las cosas”. Para el filósofo escocés no podemos llegar a conocer más que datos fragmentados, aportados por nuestra experiencia; no alcanzamos a conocer más que fenómenos (Burgos, 2021, p. 19). En su experiencia con lo real el hombre -según Hume- no capta las esencias y se queda en la superficie, cae en un empirismo escéptico que desconfía de la capacidad del hombre por conocer, rompe el puente epistemológico, pues ya no somos capaces de saber lo que sabemos.


Kant intentará dar una solución al problema sobre la posibilidad de conocer. Dirá, como Hume, que obtenemos contenidos fragmentados a través de la experiencia; pero, dirá por cuenta propia, que lo unificamos con las categorías de nuestra mente. En Kant la realidad deja de medir el intelecto, para ser medido por él19. Luego veremos en Hegel la expresión máxima de la filosofía de la conciencia donde “esa verdad absoluta que busca queda diluida en la historia. La verdad es el proceso histórico del pensamiento, la historia de la conciencia. Pero entonces cualquier cosa es verdad, como momento del proceso”. (Sanguinetti, p. 165).

Llegamos entonces al laberinto del pensamiento que hará cuestionarnos nuevamente si el hombre es capaz de alcanzar la verdad. Ante ello irán reaccionando algunas escuelas de pensamiento, como el existencialismo, la fenomenología, y luego el personalismo. El debate realismo-idealismo encuentra un punto medio –propondrá el personalismo- en la persona, quien conoce el mundo desde su condición de persona única e irrepetible (Burgos, 2021, p. 3). Busca rechazar una objetividad pura inalcanzable, tanto como un relativismo radical (Burgos, 2021, p.3), integrando objetividad y subjetividad. En este punto el personalismo buscará, como aconseja Ratzinger “ensanchar los horizontes de la racionalidad” (Ratzinger en Burgos, 2018, p.12).


Desde el personalismo, el profesor Burgos, con las ideas de Karol Wojtyla, por el camino de la experiencia integral, buscará tomar lo mejor de los dos mundos: la filosofía del ser y la filosofía de la conciencia, y proponer un nuevo camino que amplíe el “puente epistemológico”.

Gabriel Capriles.

Siguiente: La vía de la experiencia.

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